jueves, 30 de abril de 2009

El pesado aire de un verano indio

Los campos ya segados, 44ºC a la sombra.... Lento, todo es lento ahora (incluida mi conexión a internet). Los pájaros, que hasta la semana pasada nos acompañaban movidos por una gula insaciable del trigo aún por cosechar, se han ido; tan sólo queda algún despistado. Todo es lento, el aire pesa, el cuerpo también. Introduzco en mi vida la práctica de la siesta, pero también la de levantarme a las 5 de la mañana, cuando el día es amable y comienzan las primeras luces de la mañana.
Y el trabajo me salva. La mente ocupada es el mejor refugio. Los agricultores, aburridos con mucho menos trabajo ahora, me visitan con frecuencia. No me importa, no pierdo el hilo de mis escritos. Mientras, mi cabeza va a cien por hora, entretegiendo varios proyectos a la vez; me gusta.

miércoles, 22 de abril de 2009

Fotos de Bija Vidyapeet

Hoy quiero compartir este reportaje fotografico de Bija Vidyapeet, la granja de Navdanya en la que vivo. Es hermosa...
http://www.flickr.com/photos/souon/sets/72157615635012440/show/

jueves, 16 de abril de 2009

Bailando con mosquitos

Por las mañanas, siguiendo el ritual de las buenas costumbres, me dirijo al rincón del único grifo de agua caliente que hay en toda la granja (calentada con energía solar). Lleno uno de los muchos cubos de acero que pululan por la granja y me dirijo a uno de los baños para lavarse, que no es más que eso, un cuarto con un grifo de agua fría y un sumidero en el suelo. Compruebo que hay una jarrita de mano, para irla rellenando y echarme el agua por encima. No hay. No hay problema, rastreo los otros cuartos de baño hasta dar con una. Me gustan más las de acero que las de plástico, que con el tiempo se van viendo como sucias. ¡Comienza el baño!
Lo primero es encender una barita de incienso. No se trata de ningún ritual esotérico ni New Age, se trata de invitar a desalojar el lugar a las varias decenas de mosquitos que pueblan esos tres metros cúbicos. Son grandes, muy grandes, y sedientos de su ración de sangre ¡serán vampiros! La situación no invita en absoluto a desnudarse, es como servirles en bandeja el festín. Barita en mano, los persigo uno a uno, alguno, o mejor dicho alguna, porque los que pican son todos hembras, me reta y se pone chula. Finalmente, cinco o diez minutos después, me atrevo a iniciar el ritual del baño, jarra en mano, y danzando con algunos de los mosquitos que siempre se empeñan en acompañarme.

lunes, 13 de abril de 2009

Cosmo y Dorca

Ayer fue domingo de Pascua. Somos ocho los residentes en la granja de origen europeo o norteamericano, lo que en este caso quiere decir que hemos crecido en culturas de tradición cristiana y a todos nos encantaba de pequeños buscar huevos de pascua.
Cosmo, un joven inglés de 19 años, excelente músico, muy inteligente, encantador y bellísima persona (y para los biólogos añadir que es hijo de Rupert Sheldrake), y su también dicinueveañera novia, Dorca, encantadora, divertida e inteligente, decidieron no dejarnos sin nuestra celebración de pascua.
A las tres de la tarde en punto, en plena torraera (hace dos días que llegó el calor), iniciamos la búsqueda. Nos entregaron un miniperganimo enrollado, atado con un hilo rojo. Al abrirlo, un texto-adivinanza, poético y en hermosa caligrafía que me recordó a la de mi abuela Montse. Salimos en grupo en busca de ese primer lugar-acertijo: el panal de abejas. Allí, otro minipergamino atado con hilo rojo y un minipaquetito envuelto en papel de periódico y atado… con hilo rojo. El paquetito contenía un pastelito indio, el pergamino, otra adivinanza. Así fuimos recorriendo edificios y campos de trigo y mostaza hasta doce veces. En cada lugar, un minipergamino y un paquetito con un pastelito diferente. La ruta terminó abriendo la tapa del depósito de agua (en la granja se colecta todo el agua de lluvia que cae sobre los tejados y se usa para riego). Allí, pues flotaba un pequeño y extraño invento, hecho de bambú y tiras de hojas que habíamos visto hacer a Dorka durante varios días y que nos tenía a todos muy intrigados. La celebración, como no, acabó con chai y pastelitos.
Ayer fue un domingo hermoso.

viernes, 10 de abril de 2009

No es abandono es ¡la India rural!

Os he vuelto a tener abandonados pero esta vez no fui yo... fue una de esas "pequeñas" imperfecciones que tienen los lugares perfectos.

Hace cuatro días, en plena locura pues pretendemos escribir un proyecto en un tiempo record, hubo una tormenta hermosa. Los rayos iluminaban los trigales y las sobras de los árboles se convertían en gigantes durante segundos, mientras el viento componía una sinfonía con los trigales y los árboles como instrumentos (y algún tejado de hojas de palma que acabó volando). En medio de tanta belleza, hubo un subidón de tensión de esos que destruyen cualquier aparato electrónico conectado a la red... mi ordenador lo estaba. El transformación de corriente reventó y al carajo con todas mis prisas y estreses. Al día siguiente emprendí mi primera expedición en solitario a la ciudad: 20 minutos de espera del autobús en medio de la carretera, acompañada por un par de búfalos; otra media hora de pié en una autobús abarrotado de gente; parada en medio de un cruce; otro autobús abarrotado, otra media hora, un par de llamadas para encontrar la oficina y ¡uf! dos horas después llegué a la oficina de Navdanya, la sede de la Research foundation for Science, Technology and Ecology. Saludos, presentaciones, algo de desconcierto pues yo creo que no se enteraban muy bien de qué hago, pero así es este mundo ¡No hindi, no comunicación!

Les dejé el transformador para arreglar. Ready after tomorrow, me decían, lo que en tiempo indio quiere decir dos o tres días. Tres han sido. Mientras tanto decidí ir haciendo algo desde el ordenador del laboratorio de la granja... ja, ja,... 24 horas sin electricidad como guinda a la tormenta. Al día siguiente ya había electricidad, así que toda contenta ahí que me pongo a trabajar ¡cuatro veces se fue la luz durante tan solo la mañana! imposible trabajar; perdía todo lo escrito cada vez. Decidí ir a la oficina de nuevo al día siguiente a trabajar en uno de sus ordenadores... me disuadieron con promesas de que me lo traerían a las 12 de la mañana.... por supuesto lo trajeron a última hora de la tarde ¡otro día perdido! Pero contenta porque al fin llegó. Corriendo voy a probarlo y... ¡no funciona! casi mato a todos los que se me pusieron por medio durante la hora siguiente. Quitarme el cabreo me costó una hora y media de paseo a buen paso por el bosque de detrás.

Hoy, dispuesta a echar la bronca al de la tienda de reparación, ordenador y cable en mano emprendo de nuevo viaje en autobús a la oficina de Dehra Dun. Experiencia equivalente, otras dos horas carentes de espacio y de confort. En la ofi el bueno de Deepak, un grandullón que está para todo, me llevó en moto a la tienda. Lo enchufan y ¡funciona! No me morí de verguenza de pura alegría; ¡funcionaba!

Hoy, por la noche, devoro e-mails, me bajo el programa PADRE pa la declaración de la renta, mando mails urgentes, y... ¡escribo el blog!

Me han prometido una batería a la que enchufarme.

jueves, 2 de abril de 2009

La Universidad de las Abuelas




El viernes pasado, cuando llegué a Bija Vidyapeet, comenzaba un curso de tres días llamado La Universidad de las Abuelas. Mujeres de tres áreas distintas de las montañas de Uttaranchal y otras de Maharashtra (el estado donde está Mumbai) vinieron a intercambiar sus saberes en cocina tradicional, cultivos cuasi-olvidados y plantas medicinales.
En uno de los grupos las mujeres vinieron con sus mejores galas, en señal de respeto. Traían puestos sus pendientes y collares de boda, y sus trajes más hermosos. Todas estaban felices; ¡dos días sin responsabilidades ni las 16 horas de trabajo diarias! Siempre andaban juntas, cantando. La primera mañana, durante la hora de Shramdan (hora de trabajo de servicio a la comunidad) todas en grupo fueron al campo a recoger camomila, reían y espontáneamente empezaron a cantar, canciones de las montaña; era como un cuadro viviente.
Por la noche, ellas dormían todas juntas en el aula, pero tres horas antes de dormirse ya estaban cantando y bailando. Les fascinaba que nos uniéramos a ellas, nos empujaban a bailar, nos vistieron con sus saris; se rían, reían mucho.
Chatrá, la más mayor de entre ellas, esta sedienta de aprender, de compartir. Tomaba notas en todas las clases, en las demostraciones, buscaba a alguien que hablara hindi e inglés para que tradujera nuestras conversaciones. Quería saber. Me sonreía con la más dulce y auténtica de las sonrisas; al final me abrazaba. Otra, cuyo nombre no recuerdo, me decía riendo ¡I love you!
La segunda noche vinieron algunos de los hombres de sus aldeas, ellos tocaban los instrumentos y la música mejoró mucho, pero… ellas ya no bailaban. Delante de ellos eran tímidas, recatadas. Cuando ellos se fueron, de repente, brotó un entusiasmo enorme y todas, como si lo hubieran tenido reprimido, se lanzaron a bailar.
En un pequeño descanso, con ayuda de Maya, la direcora de Bija, una de ellas me decía “… todo en esta vida no es más que amor” y me abrazaba.
En la universidad de las abuelas aprendí más que en todos mis años de universidad autónoma.