miércoles, 15 de octubre de 2008

Jothy

El 30 de septiembre a las 16.40 partí desde la Mumbai Central Rail Station rumbo a Delhi en el Mumbai Rajdhani, litera B7-0006. El Rajdhani es el tren más rápido, tan solo dura ¡16 horas!
Llegué media hora antes así que me fui acomodando con tranquilidad. Mi vagón, el B7, era categoría 3AC Tier, lo que significa que en cada compartimento hay 3 + 3 literas y aire acondicionado. Estos son abiertos y solo están en el lado derecho del vagón; en el izquierdo hay dos literas pero paralelas a las ventanas. Al subir en el tren la litera del medio estaba bajada haciendo de respaldo, así que me senté en el lado de la ventana y las demás personas que me acompañarían en el viaje se fueron sentando según fueron llegando.
Mientras iba estudiando, tranquila y divertida, todos los detalles del compartimento y de mis compañeros de vagón, llegaron al compartimento un matrimonio indio joven, con una niña de unos 3 o 4 años. Los miré y pensé “me gustan, creo que he tenido suerte”. Una vez localizado su número ella le pide a él que le coloque la maleta en la parte superior, pero ¡o sorpresa! en español. Me quedo sorprendida y pongo la antena. Ahí sigue la sorpresa, él le contesta a ella con un acento que perfectamente podría ser de Madrid. Sigo escuchando; la niña le dice algo a su madre en español. No puedo más y una vez que han terminado de colocar su equipaje les pregunto:

- Perdón, de dónde sois
- De Madrid me contesta él ¿Y usted?
- ¡De Madrid también!
- Ya nos pareció que habría alguien de España cuando vimos su nombre en la lista.

Me dio una gran alegría, iba a poder ir charlando. Me pareció que a ellos también. En seguida nos pusimos a charlar y no paramos hasta la hora de dormir. Ella era canaria, él madrileño, pero ambos de padres bengalís. Nacieron y vivieron toda su vida en España pero este verano dieron el paso que tanto deseaban; se vinieron a vivir a India, concretamente a Poona, que está a una hora y media de Mumbai.
Al cabo de tres horas de conversación les digo:

- Perdón pero ¿Cómo os llamáis?
- No entendí el nombre de él pero el de ella sí: Jothy

¡Jothy! De repente mi mente brincó como en el famoso ¡Eureka! Ese nombre, junto a algunas cosillas que habían salido en esas tres horas de conversación me hicieron brincar. Sin decir más, fui a mi bolso, cogí mi libretita –una de Sebastiano del Piombo que me regaló mi amigo Antonio cuando le fui a visitar a Roma a finales de mayo- la abro por una página y le muestro un número de teléfono al lado de su nombre

- ¿Es este tu número en Madrid?
- ¡Sí! pero ¿cómo…?

Entonces, sin contestarle sigo

- En el mes de mayo, ¿ibas un día en el metro, leyendo el periódico gratuito ADN y de repente viste un artículo de una mujer india, Sara de Mello, que dirigía un proyecto con mujeres marginadas en Mumbai y que estaba justo ese día impartiendo una conferencia en Madrid en CaixaForum?
- Pero ¿Cómo lo sabes?
- Espera. ¿Entonces decidiste contactarla, llamaste a CaixaForum y te dieron el número de teléfono de la persona que le llevaba la agenda, una tal Mar?
- Pero ¿Cómo lo sabes?
- Cuando hablaste con Mar ella te dijo que Sara salía esa misma noche para Barcelona pero que por si acaso, le dieras tu número de teléfono.
- ¡Sí!
- Yo estaba con Mar. Le preguntaba si Sara podría dar una charla en Setem Madrid, pero me dijo lo mismo: imposible. Entonces aproveché y le conté que estábamos organizando un encuentro de fin de semana en el que personas de distintos lugares del mundo que trabajan en proyectos de desarrollo social impartirían talleres o participarían en mesas redondas, pero que no teníamos a nadie de India. Mar me dijo que, aunque no te conocía, quizá nos interesaría contactarte. Me explicó tu llamada y me dio tu nombre y tu número. Era fantástico, una mujer india, que vive en Madrid, habla español y es trabajadora social.
La cosa se complicó, el programa de nuestro encuentro ya estaba muy cargado y al final nunca te contacté. Hace dos días, mirando mi libretita vi tu nombre de nuevo. Que lástima, pensé. Me hubiera gustado mucho conocerla.

Jothy y su marido no articulaban palabra. Los ojos nos brillaban a los tres. La niña nos miraba atónita e intentaba captar la atención de su madre.
Si alguien que me esté leyendo controla cálculo de probabilidades, por favor, que la calcule. Yo a esto le llamo sincronicidad
Hemos quedado que en noviembre, al regreso de su viaje familiar al norte, los iré a visitar un fin de semana a Poona. Intuyo una buena amistad.

1 comentario:

Ro dijo...

pues yo controlo (o controlaba) algo de probabilidad...
pero últimamente por cosas que me están pasando y otras que me contáis l@s amig@s... empiezo a pensar más en sincronicidades que en probabilidades...