domingo, 23 de noviembre de 2008

TRAS DOS DÍAS EN JAIPUR

Acabo de despedirme de Jothy, Ajay y Shanti. Se me hace extraño pues al final este mes de noviembre hemos estado juntos todos los fines de semana, y los dos últimos han sido de tamaño puente. Ahora ya nos los veré hasta que yo regrese a Madrid. Ha sido una amistad meteórica pero sin duda intensa y profunda. Tenerles a ellos en Madrid hará más fácil el retorno, sea cuando sea…

Estos dos días en el Ashram de su maestro –que él no estaba- han sido un regalo de la vida para mí. La paz y tranquilidad del lugar, el ritmo tranquilo, la temperatura primaveral, las charlas en hindi que como no entendía me relajaban muchísimo, los paseos por los palacios de la ciudad a ritmo tranquilo, el calor humano, las miradas, las sonrisas, la multitud de pequeños detalles. Hoy salgo contenta para Dehradum vía Delhi, donde pasaré esta noche en casa de Aitana, y es que os escribo desde el tren.

Hoy, justo dos horas antes de venir para la estación del tren, hemos ido con los niños del ashram a dar de comer a los monos y a los ciervos de una reserva animal que hay cerca. Los monjes mayores me cuentan que los animales no tienen suficiente comida, y ciertamente el bosque se ve bastante seco y pobre en frutas. El paisaje se me hace muy familiar, tiene esa aridez típica de nuestra meseta. Ha sido divertidísimo, Me resulta imposible deciros cuantos monos había, pero varias decenas que primero estaban reticentes y luego venían a quitarnos los plátanos de las manos. Y es que llevamos varios racimos enteros ¡montones de kilos!

Algo que me ha hecho sentir privilegiada estos dos días es ver y saber que era la única persona no hindú a la que se le había permitido, no sólo el paso, sino convivir con ellos. Pude asistir libremente a sus cantos y charlas –que Jothy me iba traduciendo. Como los indios son unos cotillas descarados, siempre tenía varias personas mirándome fijamente intentando descifrar mi presencia allí. Lo mejor eran los niños del ashram, no me cansaba de observarlos, sus caras, sus miradas, sus risas. Llamaba la atención la inocencia de los hombres que allí vivían, todos entregados a la vida espiritual, pero sin perder la gracia y la alegría de la vida.

Me invitaron a volver y seguro que lo haré. Para entonces espero poder chapurrear un poco de hindi.

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