miércoles, 3 de septiembre de 2008

GANESHA FESTIVAL




GANESHA FESTIVAL

Hoy amanecimos con una música que se nos colaba por el oído mientras nos despertaba con gran suavidad. Eran bhajans, los cantos religiosos que siempre acompañan sus ritos religiosos, los pujas. No me puede resistir, así que me enfundé un traje y rápidamente salí de la habitación, crucé los jardines y salí a la calle, como si del flautista de Hamelin se tratara siguiendo su música. Justo de frente me encontré una carpa improvisada, como tantos cientos de carpas que se han montado este día por toda la ciudad. La música venía de ahí, saliendo por un grandísimo amplificador. Por respeto decidí no entrar a curiosear.

Ghanesa es ese dios tan querido por los hindúes con cuerpo de niño regordete y cabeza de elefante que siempre viaja subido en un ratoncillo. Es el dios "patrón" de Mumbai y hoy ha sido festivo en toda la ciudad.

Shila, una voluntaria de valencia pero de padre bengalí, nos ha invitado al puja que van a celebrar en casa de su prima, así que allí nos fuimos a media mañana. Allí ya tenían preparado el altar, con ofrendas (todo dulces porque a este dios sólo le gustan los dulces) e inciensos.

Durante la preparación fueron viniendo vecinos que se postraban con gran devoción ante el dios, aceptaban unos dulces y se iban. Al rato llegó el Bhraman que oficiaría el puja vestido con kurta blanca y doti naranja. Estuvo arreglando el altar y dando instrucciones de qué poner y dónde. Llevó un rato pero al final comenzamos. Las mujeres de la casa se habían cambiado y se habían puesto sus más hermosos saris. La celebración duró dos horas, con arengas, cantos, rezos y mucha simbología con granos de arroz, flores, inciensos, agua, ghi (una especie de mantequilla líquida), etc. Fue hermoso y festivo. Lo que más me gusta de esta religión es lo flexible, inclusiva y tolerante que es. Te invitan a su ritual y formas parte de él sin problemas; nada que ver con las misas católicas donde los practicantes de otros cultos no son bienvenidos y mucho menos invitados a integrarse. El rito termina repartiendo los dulces ya bendecidos entre los participantes ¡que estaban riquísimos!

La sorpresa fue que luego nos invitaron a comer y tuvieron la deferencia de hacernos unas judías pintas con arroz ¡sin picante, que descanso!. La familia me gustó, la suegra era una mujer mayor, delgada, de ojos claros y mirada inteligente. Le pregunté, había sido catedrática de bioquímica en la universidad de Delhi y había trabajado en un programa de la ONU en Etiopía sobre formación en temas de sanidad. El padre de ella era un hombre con un humor serio pero inteligente, curioso, y que pasó olímpicamente de la celebración. La madre de ella era un armario, gorda, cara de... y sin hablar ni hacer ni un solo gesto de socialización ni siquiera con los suyos; parece que su vida consiste en comer y dormir. La pareja era encantadora, dos profesionales en activo. La hija, una preciosidad alegre y parlachina, vestida con su preciosísimo vestido de espejitos y lentejuelas (la de la foto).

Volveré a verlos; quedaron por tener buenas conversaciones y Shila (la del sai azul) estará hasta enero.

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